Las Geishas son representantes de belleza y poesía antes que el amor, entendido el amor como la posesión más adherida a la mujer. Son mujeres japonesas manifestadoras de feminidad, reconocidas por su gracia a través de las actividades que realizan.
Para los hombres japoneses cultos y refinados ellas son un acercamiento a la expansión de su espíritu.
Maestras en música, canto y virtuosas del shamisen, delicadas y discretas; tienen una extensa cultura que han desarrollado a través de la preparación afinada por años de estudio.
Cuando una Geisha conversa se puede ver su gracia, arte y conocimiento en todo su esplendor. Con ingrávidos debates, relatos, respuestas prontas y ligeras esmaltan ocurrencias felices y oportunas.
Las Geishas regularmente viven en comunidad, en conventículos dirigidos, cuidados y tutelados por Nee San (hermana mayor); la cual las atiende y educa. Pero esta difícil profesión no se enriquece solamente con la enseñanza de la hermana mayor, requieren de una basta cultura, extensa ilustración debido a que la conversación es su mayor atractivo. Necesitan estarse actualizando siempre para estar al nivel intelectual de sus interlocutores: sutilezas del idioma, poesía, historia, ciencias y artes…
Gozan de una prodigiosa memoria para aprender centenares de canciones, recitar poesía, todo envuelto en el misterio femenino. Su vestuario es con trajes suntuosos aunque aparentemente sencillos utilizan las sedas y crespones más costosos, ostentan delicados bordados que adornan sus kimonos.
Cada Geisha tiene a sus órdenes una jovencita que las acompaña a las casas de té y lugares recreativos, estás pequeñas llamadas Maikó, su habilidad es danzar con actitudes rituales serenas y armónicas que ostentan su pequeño abanico con suprema gracia mientras la artista canta y pulsa el samisén.
Aquí un ejemplo de la formación de una Geisha en la película Memorias de una Geisha de Steven Spilverg.